miércoles, 24 de noviembre de 2010

Laburo nuevo, baño nuevo

Cambié de laburo, esta es mi segunda semana y mientras iba llegando al final del día fue llegando una sensación conocida.
Me hice el difícil un rato, tenía miedo de dejar en el inodoro al arquero de Nigeria, pero al final me decidí y fue lo mejor que pude haber hecho.
La verdad que se caga lindo ahí. Está limpio, hay papel higiénico de sobra, es espacioso y tiene dos tronos para elegir.
Por suerte no lo tapé.

sábado, 20 de noviembre de 2010

McGarco

Hace un par de noches atrás salí de casa para encontrarme con Facu e ir al bar.
A las pocas cuadras noté el aviso de las entrañas que pujaban por liberar su contenido. Decidí seguir caminando a ver si se me pasaba, pero no!!
No sé si alguna vez experimentaron la sensación de estarse cagando encima y tener que seguir andando...
Gracias a dios por McDonalds, el de Cabildo y Monroe particularmente. Faltando minutos para el cierre me deslicé en uno de sus vaters y dejé ahí dentro lo peor de mi.
¡Flor de caca señores! un mousse de dulce de leche rústico, un bizcochuelo de chocolate sin hornear, una deposición que te hace transpirar, un excremento que nunca se va del todo y que deja el clásico frenaso de bicicleta en los calzones, un McGarco con papas grandes.
Facu no me tuvo que esperar.

viernes, 12 de noviembre de 2010

De cómo cagué en un terreno baldío

Voy a inaugurar este blog relatando un momento de gran ansiedad y desesperación ante la inevitabilidad de los acontecimientos... La cosa fue así:

Un verano me encontró vacacionando en el barrio La Perla de Mar del Plata. Un lugar tranquilo, apacible, con calles ondulantes y casas bajas. Habíamos alquilado con mi familia la parte superior de una casa, a la que accedíamos por el garage y la misma se hallaba a unas diez cuadras del mar.
Mi primo Sergio, que fue a San Bernardo con sus padres, se encontraba con nosotros pasando unos días, y teníamos la costumbre de, por las noches, bajar hasta la playa a charlar y pasar el rato.
Allí nos encontrábamos, hablando de la vida, cuando mis tripas comenzaron a hacer violentos enroques. Comprendí rápidamente la situación y propuse a mi primo volver a la casa comentándole la situación:
-Negro, me cago.
-¿En serio Nando? ¿Te sentís mal?
-Sí, boludo... me cago encima vamos dale .
Y así emprendimos la marcha. Diez cuadras a pie y una escalera por recorrer. Diez dolorosas cuadras que no llegué a completar. Alrededor de la cuadra número tres, traspirado y descolocado, me metí corriendo en un terreno baldío (el único que mediaba en el camino) y descargué el pastoso contenido de mis inestables intestinos sobre la flora predominante -léase los yuyos-.

Feliz, liviano, con la refrescante sensación de quién acaba de salir indemne de un mal trago y con los calzones cagados, volvimos caminando al hogar. Nada extraño sucedió en el camino.